Keith Taylor Ross.

Cuando conoces a Ross lo primero que haces es sacar conclusiones por su imagen. Inevitable, ya que más allá de los rumores es difícil conocerlo. O siguiendo los mismos, quizás hasta es contraproducente hacerlo. Lo primero que notas es que tiene una presencia fuerte, atractiva, que llama la atención al instante. Puede ser bien impuesta por la altura de uno ochenta y seis o por la postura que porta siempre elegante, un tanto soberbia y ¿Porque no decirlo? Agresiva.

Su complexión física es delgada pero no por eso débil o rebasando lo exuberante en masa muscular. Tiene fuerza como todo hombre que practica deportes habitualmente y sin embargo no pasa de verse como un chico normal de muy buena salud. En el colegio, utiliza el uniforme escolar y jamás se lo verá usando ropa muggle. Viste las túnicas de una forma prolija y ordenada, siempre y cuando su mal humor no lo irrite y logre que termine hecho un desastre. Sin importar si se encuentra en la sala común, una clase o una reunión formal. Cuando el momento lo amerita es capaz de tirar el protocolo a la basura sin muchos miramientos. No es como si sus padres puedan decirle algo por ser ligeramente rebelde en su atuendo.

Las facciones de su rostro son angulosas y marcadas, un tanto filosas. Lo que es similar a su lengua al hablar. En su mejilla izquierda una cicatriz horizontal hace que sus rasgos sean más bruscos y duros. Un pequeño regalo que le dejó su madre como despedida al perder la cordura, antes de ser internada en San Mungo. Dicha marca es probablemente la razón por la cual Keith no es un ególatra y de hecho tenga una autoestima baja en cuanto a su apariencia, a la cual tampoco se dedica demasiado tiempo a mirar –de hecho, aborrece los espejos- pero tampoco deja que eso que lo incomoda tanto se vea demasiado en el exterior. Su cabello es ondulado, corto a la altura de las orejas y siempre en un orden que poco tiene que ver con su nombre si no que está más bien revoltoso. No se detiene demasiado a arreglarlo. Es rubio oscuro, aunque según la luz puede vérselo más claro e incluso con un brillo rojizo. Su raza caucásica le dio una piel blanca aunque no llega a ser sumamente pálida.

Las expresiones de la cara de Ross suelen mantenerse impávidas cuando él no desea que algo se note aunque en el momento en que esta expresa sus emociones se vuelve muy reveladora. Cuando su nariz recta se frunce marca disgusto y asco mientras que si sus labios se curvan en una sonrisa torcida y ladina probablemente se avecina algo muy perverso. Aunque el hecho de que ver su humor es algo fácil siempre es difícil saber que está pensando, sintiendo y que hará a continuación. Muchas veces sus palabras confunden y sus muecas desorientan. Más allá de todas las formas que su forma de caminar, pararse y actuar puedan señalar a lo que realmente hay que prestar atención para entenderlo es a sus ojos. Generalmente, cuando está tranquilo mantiene los parpados entrecerrados, como si estuviera cansado o pensando en algo más. Su entrecejo fruncido y sus cejas arqueadas siempre resaltan el disgusto y enojo de alguien enojado que amenaza con estar a punto de estallar. Pero muchas veces hace eso para reflejar diversión, riendo entre dientes de forma despreocupada - o para soltar tenciones si de verdad no le agrada lo que está viendo - algo que difiere mucho y que uno nota si se estudia sus grandes y almendrados ojos. De un azul grisáceo, la mirada fría muy pocas veces –aunque no nulas- parecieran ser hielos derritiéndose o acero inquebrantable. Si lo conoces sabrás captar cada mínimo cambio de esta y comprenderlo más que nadie. Usa lentes para descansar la vista a la hora de leer.

Paciencia. Una palabra que le costó mucho conseguir emplear en su estilo de vida pero que a lo largo de los años pudo alcanzar. Tranquilo, práctico y persistente para conseguir sus objetivos. Probablemente esta sea la razón por la cual tolera a Oliver como uno de sus amigos y ha logrado esperar hasta el momento para recién comenzar a planear. Rencoroso. Resentido. Vengativo. Letal. Generalmente se muestra como un joven tranquilo, de sonrisa relajada –cuando la utiliza- y aire inteligente. Un tanto bohemio, un amante de la historia. Es un observador de su entorno, al cual desprecia en silencio y a veces no tan callado dice a sus más allegados con toda sinceridad que las cosas no le agradan. Si el otro no es parte de este círculo y él por algún motivo no lo tolera al notar un error es crudo y directo, sin rodeos llegando incluso a ser cruel al no interesarle lo que puede sentir el otro a la hora de señalar el defecto. Pero criticarte con su lengua de serpiente no es lo más doloroso que puede hacerte.

Keith Taylor Ross es alguien sumamente hosco y malhumorado. Exige mucho de los demás, pero solo porque se lo exige también a sí mismo. Tiende a ser algo melancólico y pesimista cuando no está pensando en sus ambiciosas metas y por ello se comporta más rudo para evitar que se note su pesar. Siempre intenta mantener su estabilidad emocional momentánea aparente a través de la meditación, respiración o actividades que le ayuden a relajarse y no perder el control de sus emociones. Reprimiéndose la mayoría del tiempo a duras penas. Es muy prudente y cauteloso cuando le hace falta, jamás contando mucho sobre él a los desconocidos. Un joven reservado. Con pocas pero firmes amistades antes que un grupo numeroso que no coincida con él y sea capaz de traicionarle.

Si hay algo que necesita es saber que va por un camino seguro, que le son fieles y todos sus argumentos tienen una base sólida para llegar a un objetivo. Respeta y hasta prácticamente exige la disciplina, el orden. A menos que se desborden sus límites y él mismo termine destruyendo esa obsesión de mantener cada cosa en un ángulo perfecto de noventa grados.

En sus intereses es muy profesional y su terquedad lo ha llevado a anteponer su familia y trabajo –dos cosas que tienen una relación muy estrecha- sobre sus propios deseos o necesidades olvidando así prácticamente si en su infancia deseaba ser algo más de lo que ya se ha comenzado a convertir. Un déspota con deseos de poder y liderazgo.

Su sentido del humor es escaso por lo cual sus chistes son más bien sarcasmos e ironías. Los libros, la literatura, la historia y la biblioteca son lugares que prefiere por su silencio y la satisfacción que le da informarse. A la hora de hablar si bien sabe utilizar las palabras mejor que nadie –y manipular con ellas con una sutilidad increíble- cuando está sumamente enojado no se frena a soltar un montón de palabrotas. Ni mucho menos. Y eso no termina ahí, por más cabeza fría que sea en sus peores momentos no solo es capaz de utilizar la varita si no también saltar a los golpes. No por nada la mentalidad del chico es reprimida pero sádica y digna de un psicópata –¿Orgullosa, madre?-. Al momento de dejar sueltos sus impulsos se nota que tan agresivo puede llegar a ser. O quizás no, quizás no se puede ver un límite porque precisamente no tiene uno.

Siempre lo siguieron dudas, preguntas que se hacía en silencio sobre el mundo. La curiosidad lo llenaba desde una infancia muy temprana. Una noche de lluvia pudo comprenderlo todo en un embrollo anudado de información mezclada e indescifrable, como una nube confusa de desorientación. Algo igual al mareo de un hombre que recibe un golpe que lo deja noqueado.

Había un murmullo entre las familias que perdían poder y se veían avergonzadas. Un susurro y un cotilleo contra las personas manchadas por ser expuristas o seguirlo siendo pero estando limitados y censurados por la opresión de la sociedad y el peso de una guerra perdida. Libros quemados. Hojas ocultas. Bocas silenciadas. Y el miedo de saber que una prisión absorbiendo las almas negras era el destino de todo aquel que no borrara su nefasto pasado.

Cuando uno crece en ese ambiente se entera de a poco algunas cosas por jugar a acallar las risas y esconderse entre los armarios, por oír detrás de las puertas y otras cosas nunca las sabe pero las imagina y se da cuenta de que los espacios vacios son peores que los que se dicen por lo bajo, con temor. Allí la muerte de un sangre sucia, ahí la de un muggle. O la tortura de un traidor a la sangre para unirlo a las filas. La culpa en cada latido de su padre y el arrepentimiento a medias, no por lo hecho si no por lo que podría venir después.

Una sentencia inevitable.

Así que cuando tenía nueve años en esa tarde de otoño en Abril y se lo llevaron de la mansión en Los Angeles no le sorprendió demasiado. Su madre, eso sí, se encerró a llorar en el cuarto para no oír los gritos de su marido. Años encerrado en una cárcel de infelicidad o unas horas antes de recibir el beso del dementor. De traidores con aliento frio que se pasaban de bando una y otra vez, con sus túnicas raídas y negras de mal agüero. Era igual.

Él lo entendía, no muy bien pero sabía que su padre había fallado y por eso iba a pagar. La mente frágil e inestable de su madre en cambio no era capaz de procesarlo. No podía tolerar la idea de tener que seguir adelante sola. Era demasiado débil. Y terminó por volverse loca. Sin importar cuantas veces golpeara la puerta con su pequeño puño ella no abría. Y cuando lo hizo cargando una navaja Keith se le quedó viendo petrificado, observando como ella avanzaba y le soltaba un montón de verdades en su delirio. “Voy a hacer que nunca lo olvides hijo.” Como si fuera a poder hacerlo. Una cicatriz hecha por Claire en su mejilla nunca le permitió verse al espejo sin acordarse. “Todo esto es culpa de los impuros. Recuérdalo.” Desequilibrada mentalmente, le atacó a su propio hijo y pronto su tía que los fue a visitar para intentar enterarse sobre su hermano y calmar las aguas llamó a los medimagos. La enviaron a un hospital para intentar ayudarla. En vano. No fue el único trastorno que surgió ese día pero el menor de los Ross no hablaba e intentaba demostrarse fuerte, tranquilo. Estable. En Inglaterra su tía Eveline se hizo cargo de él por lo que debió mudarse.

Las preguntas que nunca pronunció poco a poco fueron resolviéndose, las lecturas secretas en la biblioteca de Eveline –quien nunca mencionaba a su hermano mayor, Lawrence, y parecía saber que hacía Keith pero nunca se quejaba.- por las noches alimentaron las ganas de aprender del niño. Historia. Artes oscuras. Guerras, vidas y muertes. Resumido en unos tomos con unas palabras casi hasta prohibidas que fomentaban el odio.

Y todas las respuestas para Keith derivaron en los ideales puristas, en la selección de la elite por sobre la masa y la concentración del poder en unos pocos. ¿No muy ético? Bueno, Ross no es precisamente un humanista ahora. El como un analista se da cuenta que en las épocas oscuras del Medievo fueron las mejores para los magos. Los muggles eran ignorantes, se cazaban a sí mismos, ellos se escapaban con facilidad. La educación llegaba a unos pocos y los beneficios también pero en una cantidad mucho mayor. Las familias más poderosas regían el mundo manejándolo con hilos invisibles, mágicos. Windelband había decidido comenzar y lo habían acallado para que los muggles vieran solo a la figura de Hitler y no se cuestionaran nada. Voldemort le había seguido. Probablemente un tercer líder surgiría. La historia es cíclica y los errores siempre se cometen. Había que hacerlos escuchar esta vez, evitar la caída.

¿Por qué retomar ideas muertas? Le conviene y no solo eso. Él odia a los impuros, como un asunto personal. Muy personal.

Lawrence Ross. Padre, exmortifago. Ex Funcionario del ministerio. Murió cuando Keith tenía catorce años en una celda de Azkaban. Se mostró como un padre comprensivo aunque distante. Lo preocupaba más salvarse el pellejo que pasar tiempo jugando con su hijo y eventualmente no pudo eludir a la justicia. Aún así nunca se arrepintió de los pasos que siguió pero tampoco quería que Keith tuviera que pasar por lo mismo, algo que le repetía a menudo y el menor se limitaba a no escuchar sencillamente. Nunca le gustó bajar la cabeza ante el señor oscuro y en muchas ocasiones eso le causó problemas. Su hijo aprendió muchos ideales de él en las visitas que le hacía, acepto el estado de su mujer como otra noticia más en un mal día. Los últimos meses de vida le pidió a Keith no lo fuera a ver, sabía le quedaba poco tiempo por su estado demacrado y consideraba ya estar muerto desde que piso la prisión mágica.

Claire (Moore) Ross. Madre, solía trabajar en Gringotts. Era una mujer alegre que se había casado por amor inclusive, estaba muy unida a su esposo hasta rozar con la dependencia. Siempre le leía a Keith antes de dormir cuando era más pequeño y fue quien siguiendo las ideas de su vecina envió al niño a estudiar a una escuela muggle donde su amistad con Oliver se fortaleció. Cuando perdió a Lawrence y con la ayuda de su cuñada cortó todo lazo con la realidad y dejó de ser consciente de sus acciones. Actualmente fue trasladada a San Mungo sumida en un estado catatónico donde solo mira a la pared y está más muerta que viva, más dormida que despierta. Keith no la ha vuelto a visitar, siguiendo los consejos de su tía.

Danielle Ross. Hermana menor por un año, como él, heredo los ojos de su madre. Cuando niños discutían siempre a causa de la rivalidad fraterna. Aún hoy en día se pelean, más porque ella tiene creencias diferentes a las de Keith. Por empezar, posee un odio poco y nada disimulado hacia su tía a quien culpa por el carácter de su hermano entre otras cosas. Para seguir ambos se tienen un gran afecto y al ser una de las debilidades del chico y este ser un cuida terrible las discusiones aumentan cuando refieren a parejas de la jovencita. Lawrence le prohibió terminantemente visitarlo mucho antes que a Keith. Aún ve a su madre, rebelándose contra Eveline y sus consejos. Es quien mantiene leyendo literatura y filosofía a Keith aunque él le reprocha siempre diciendo que prefiere cosas más serias. Y termina tragándose su orgullo al final. Cursa en Ravenclaw el sexto curso.

Eveline Ross. Tía, exmortifaga. Mucho más fanática que su hermano mayor a quien odiaba a partir de la rivalidad fraterna y actualmente ni siquiera nombra. Su esposo era el dueño de una tienda que vende objetos de magia negra en el callejón Knockturn, ahora le pertenece a ella. Nunca pudo tener hijos y su marido era un sangre pura pero también pronto demostró estar en contra de Lord Voldemort. No vivió mucho y tampoco para contar quien le tiró la imperdonable. Cuando el señor oscuro murió su avaricia no tardó en querer, por lo menos, la fortuna de Lawrence para tener una mejor vida así que de forma anónima entregó pruebas incriminatorias en su contra. Luego se apareció en la habitación de su cuñada para torturarla con cruciatus. Una vez la mujer entro en un estado ausente la manipuló con un imperio intentando asesinar a Keith. No lo logró. La conciencia de Claire era más fuerte pero de todas formas intentó hacerse con el dinero al aceptar la custodia del pequeño. Hasta que él cumpliera los diecisiete años no podía tocar un solo galeón pero si a través del chico. Solo que antes de cumplir con el plazo llegó a encariñarse como una verdadera madre con él sin sospechar que Keith no la soporta ni un poco y apenas tenga la oportunidad se deshará de ella.