Pasado, presente, futuro.

8 de Septiembre.


En las gradas, padeciendo un día tan helado que ninguno de los jodidos estudiantes del castillo pensarían siquiera en ir a molestarlo a ese lugar, mejor, no necesitaba rodearse de gente insulsa en aquel preciso momento, si bien ellos solían ser su más preciado juguete con el que podía pasar el tiempo, sinceramente preferiría algo de paz y silencio, dentro de la escuela solo se escuchaban carcajadas y conversaciones risueñas acerca de mierda, mierda y más mierda que el Nikolov simplemente no soportaba. Tiempos de Paz, al demonio con aquello, la humanidad no podía estar en paz durante mucho rato, en cualquier momento sucedería otra rebelión y todos los imbéciles comenzarían a cambiarse de un bando al otro nuevamente, como sucedió la última vez, después de todo, el ser humano sigue siendo un animal, el más desarrollado de todos ellos pero un animal al fin y al cabo, y simplemente sigue su instinto.

El instinto de Oliver dictaba que debía quedarse en un bando solo y no ser idiota, saber como manejarse para que sus pensamientos no vieran la luz y simplemente demostrar ser otro idiota que festejaba la caída del Señor Tenebroso, por eso, de adentro para afuera el Nikolov era una persona totalmente diferente. Y es que, según él, siempre había calma antes de la tormenta, y ya habían pasado veinticinco años de calma, ya era hora de que las primeras gotitas comenzaran a caer nuevamente. Pero en fin, tenía dieciocho años y mucho no podía hacer, terminaría el colegio, se conseguiría algún buen empleo dentro del ministerio con un poco de influencia por parte de los amigos de su padre, y se mantendría ahí, esperando, calmado, a que los impuros comiencen a ser exterminados nuevamente, tal cual había sucedido en la época del Innombrable.

El aire fresco golpeaba sus mejillas descubiertas y revolvía escandalosamente su cabello, más eso no le importaba, estaba bien abrigado y su cabeza se encontraba en lugares lejanos como para siquiera notar el clima. Llevaba un sobretodo, junto a una bufanda y guantes, todo negro y de buena calidad, como solía usar Oliver. Ni siquiera recordaba como había llegado a las Gradas del Campo de Quiddith, había salido a dar una vuelta y sorpresivamente había terminado ahí, sentado, observando nada en particular, esperando a que anocheciera para reaccionar y marcharse de allí.

Comenzó a preguntarse que sería de su hermano y como la estaría pasando en aquella escuela muggle a la que había sido obligado a asistir al igual que el, para aprender lo básico de ese mundo tan asqueroso y saberse manejar, como también para convivir con otros niños e aprender a imponer respeto ya desde chico, para estar preparado para Hogwarts, o talvez Durmstrang, aun no se sabía que sería de su destino, aunque, evidentemente, Nikolov movería todos los hilos para que asistiera a Durmstrang y no se viera obligado a soportar Hogwarts, como el. Seguía hundido en sus pensamientos que no alcanzo a escuchar que alguien se acercaba demasiado.

Necesitaba un tiempo a solas, lejos de mis primos, de la pose preguntona de Hugo y de las inquisidoras miradas de Dom, estaba claro que esta última había captado que algo extraño me ocurría. ¡Claramente algo raro me pasaba! ¡Me había besado con Scorpius Malfoy en la mitad de un pasillo! ¡Y no una, si no dos veces! Y mi cabeza era un lío y me sentía idiota como la típica niñata preocupada de chicos. ¡Esas eran otras, yo no!

Salí del castillo con rapidez, necesitaba aire libre, necesitaba despegarme de la gente de siempre, necesitaba sentarme a respirar aire puro sin tener que encontrarme con miradas inquisidoras, y por sobre todo necesitaba un rato de soledad, de distracción; y en una escuela en donde más de la mitad de mis familiares estaban desperdigados por ella, un momento de tranquilidad era realmente difícil de conseguir.

Miré el campo de quidditch a lo lejos, y me encaminé hacia allá sin titubear, era el lugar idóneo; poco me importó el frío o la hora que era- ya comenzaba a oscurecer- mis pasos presurosos me condujeron hacia ese lugar. Subí las primeras escaleras que encontré y salí al aire libre nuevamente, ya sobre las gradas, caminé unos pasos y fue entonces cuando me percaté que no estaba sola, había otra persona más ahí.

Genial, salía por soledad y me encontraba con alguien más, aún así no me apetecía ir ya hacia otra grada, por lo que me senté, sin mirar directamente a la otra persona, aún no sabía quien era ya que sólo lo miré de reojo, sólo sabía que era un chico, claramente él, si es que me había visto, ya sabía quien era yo, o al menos de que familia era, los Weasley éramos los característicos pelirrojos en Hogwarts, eso no era novedad.

Ese cabello, el rostro lleno de pecas, aquella mirada, Weasley, sin duda. Genial, una Weasley ni más ni menos venía a quitarle su valiosa tranquilidad proveída por las gradas del Campo de Quiddith, el único lugar donde juró que encontraría paz momentánea debido al clima característico de aquella región. Por aquel mismo motivo, le resultó bastante extraño el escuchar el sonido de la madera crujir al sentarse alguien no muy lejos suyo, habría jurado que había sido una simple alucinación suya, más, cuando decidió observar de reojo si había algún intruso acompañándolo, todas sus esperanzas se vinieron abajo. Bueno, decididamente aquel día había comenzado para la mierda y terminaría de la misma manera, probablemente viéndose obligado a comenzar una discusión con la pelirroja, cosa que en ese preciso momento no le venía nada bien, hacía frío, estaba cansado y comenzaba a anochecer, no sentía ganas de discutir, pero, ya que, era una Weasley, y estaba en su territorio momentáneo.

Luego recordó que eran dos pelirrojas en la familia, una pequeña a la cual no se había cruzado nunca ni pensaba cruzar y la mayor, luego estaba el hermano, que era otro idiota. Observó una vez más de reojo a la intrusa y comprobó que definitivamente no era la niña del trío, por lo que debía de ser la chica que traía loco al traidor de Malfoy, un compañero de casa que había salido jodidamente idéntico al padre, un debilucho más que contribuía a la causa de paz y amor entre muggles y sangres pura, un asco de persona en pocas palabras, un hipócrita.
Como sea, así que tenía a su lado ni más ni menos a la famosa Rose Weasley, título que se había ganado opacando a la casa de Salazar Slytherin, bien, definitivamente no era la persona que tenía más ganas de ver en ese preciso momento, ninguna de los Weasley lo era, ningún alumno lo era, por lo que presentía que todo terminaría mal.

-Momento y lugar inadecuado, Weasley.-simplemente, las cosas se podrían poner feas con la pelirroja por ahí .-Me pregunto porque demonios no se habrán quedado en su pequeña granjita cosechando alguna idiotez, en vez de complicarnos la vida a los que nos vemos obligados a encerrarnos tras estos muros de mierda durante un año entero.- clavó su mirada verde azulada de lleno sobre la pelirroja, claramente se podía apreciar el poco afecto que sentía el Nikolov por aquella familia en particular, su principal característica era la de remarcar los defectos de cada uno, buscando así llevarlos a la desesperación y recién ahí, comenzar el show, relajarse y cagarse de risa mientras el otro intentaba vanamente herirlo con sus palabrerío, pero, como se mencionó recientemente, no sentía ninguna gana de comenzar una discusión muy larga, si con esas cortas frases lograba que la pelirroja se marchara mejor, y sino se iba, y comenzaba a discutir, se limitaría a ignorarla completamente.-Como sea, no seré tu maldito psicólogo si eso esperas.- luego, se limitó a desviar su mirada.

Miré el cielo, perdiéndome unos segundos en las tonalidades grisáceas que dibujaban extrañas formas en él, por segundos deseé que aquellas nubes se movieran y dieran paso al sol, me gustaban los atardeceres con tonalidades rojizas y púrpuras, me recordaba mis veranos en la casa de los abuelos Weasley, cuando éramos pequeños y nos quedábamos con James, Albus y Dom en las afueras hasta muy tarde, explorando, jugando o simplemente pasando el rato, cuando llegábamos a casa ya a oscuras y nos esperaba la abuela Molly con una gran reprimenda por marcharnos tan lejos y sin avisar, aunque casi siempre lográbamos que los sermones no fuesen demasiado largos, siempre aparecía el tío George con alguna de sus distracciones varias y lo que podría haber sido una noche sin cena terminaba siendo una agradable velada con el clan familiar.

Pero la burbuja de recuerdos y mediana tranquilidad fue rota por las palabras de alguien a mis espaldas, palabras por cierto filosas nada agradables, y por sobre todo provocadoras, por suerte yo no había heredado nada del "gen" explosivo de carácter de mi padre, incluso- entre todos los primos- era quien mejor controlaba eso de "me atacas te ataco". Aún así me volteé tres cuartos hacia él, mirándolo por fin directamente, no fue mi sorpresa encontrarme a Oliver Nikolov, después de todo era uno de los slytherins más pedantes que existían, aunque jamás me había encontrado a solas con él antes.

Bufé, entre exasperada y resignada, lo suficientemente alto para que él lo oyese; la exasperación porque ya no tendría mi momento de tranquilidad, y resignación porque estaba claro que Nikolov era tan pedante y desagradable como la viruela de dragón, incluso peor, la viruela tenía cura, la estupidez de Nikolov, no.

- Si quisiera pasar mi tiempo con criaturas de nulo coeficiente intelectual iría al lago a ver al calamar, Nikolov- respondí sin siquiera inmutarme un poco, con tranquilidad- ¿Y sabes que me pregunto yo?- era una pregunta retórica, estaba claro- Cómo es que has sido capaz de llegar a séptimo cuando más de la mitad de tus neuronas están consumidas por tu idiotez.- sonreí con cierta teatralidad- y no te preocupes, no espero que seas mi psicólogo, no se puede esperar nada de ti, eso lo tengo claro.

Antes de escuchar su respuesta me volteé a mirar al frente, en teoría lo mas sensato era marcharme de ahí, pero el simple hecho que Nikolov se creyese dueño y señor de las gradas - lo cual era una completa estupidez- encendió en mi el deseo de no moverme de aquel lugar, estaba harta de los slytherins con sus estúpidos complejos de amos y señores del mundo, como si se echasen el mundo al bolsillo por el simple hecho de ser sangre pura, tener algo de materia gris- cosa MUY discutible- y unos cuantos galeones en Gringotts.